Aunque invertir puede parecer sencillo, lo cierto es que no basta con comprar, esperar y ver cómo tu dinero crece. Todos, incluso los inversores más experimentados, han cometido errores que les han hecho perder dinero o que les han impedido obtener los rendimientos que esperaban. Y es que la clave no está solamente en “tener suerte”, sino en evitar ciertos errores comunes y planificar con cabeza.
¿Qué factores afectan a la hora de invertir?
Antes de nada, es muy importante que entiendas cuáles son los factores qué influyen en el resultado de nuestras inversiones. Es verdad que no podemos controlarlo todo, pero entender cuáles son los factores que afectan a nuestro dinero puede ayudarnos a tomar mejores decisiones.
La educación financiera y el conocimiento del mercado
La falta de educación financiera puede provocar errores frecuentes, como seguir consejos sin analizar, invertir en productos complejos sin entenderlos o caer en modas pasajeras. Por eso, a la hora de invertir, es fundamental conocer cómo funcionan los diferentes instrumentos financieros, entender los indicadores económicos y saber interpretar las fluctuaciones del mercado.
Las emociones y el perfil de riesgo
Las emociones juegan un papel más importante de lo que pensamos en nuestra gestión. Si somos demasiado optimistas, podemos asumir riesgos innecesarios y tomar decisiones impulsivas. Sin embargo, si invertimos con miedo, podemos perder oportunidades muy interesantes. Con lo cual, es muy importante que aprendamos a controlar nuestras emociones y que apoyemos nuestras decisiones en análisis y datos, evitando dejarnos llevar por las emociones.
Aspectos macroeconómicos
La inflación, las recesiones, los cambios políticos y los anuncios económicos influyen directamente en nuestras inversiones. Conocer cómo influyen los factores macroeconómicos en el mercado nos ayuda a anticiparnos y a reducir riesgos.
Por ejemplo, una subida inesperada de los tipos de interés puede afectar negativamente a ciertos sectores, mientras que otros pueden obtener ingresos muy significativos.
Tus elecciones personales
Nuestras propias decisiones pueden tener consecuencias en nuestras inversiones. Seguir al rebaño sin criterio, invertir en lo primero que nos ofrecen o no analizar las diferentes opciones puede tener consecuencias muy negativas. Todo lo que decidamos, desde la selección de activos hasta la estrategia de diversificación, influirá en nuestro éxito financiero.
El tiempo disponible para invertir
La frecuencia y el horizonte temporal de nuestras inversiones determinan el nivel de riesgo que podemos asumir y el tipo de productos más adecuados. Aquellos que invierten con un horizonte a largo plazo pueden tolerar más fluctuaciones, ya que tienen más tiempo para recuperarse de posibles caídas, mientras que aquellos inversores que necesitan liquidez a corto plazo deben optar por instrumentos más seguros y estables. Si no lo tenemos en cuenta, podemos acabar asumiendo demasiados riesgos o a vendiendo en momentos desfavorables.
Los 10 errores de inversión más habituales que debes evitar
Para lograr buenos resultados es fundamental contar con un plan, disciplina y conocimientos básicos que nos protejan de posibles equivocaciones. Lo importante no es acertar siempre, sino evitar esos fallos que van erosionando nuestra rentabilidad y nuestra confianza como inversores. Pero, ¿cuáles son los errores de inversión que se cometen con mayor frecuencia?
1. No tener objetivos claros
Muchos inversores se centran únicamente en obtener beneficios rápidos, sin definir un plan a largo plazo. El famoso dicho “Si no sabes adónde vas, probablemente terminarás en otro lugar” puede aplicarse perfectamente al mundo de las finanzas.
Sin un objetivo definido, nuestras decisiones pueden volverse impulsivas, guiadas únicamente por modas del mercado, las noticias de los medios de comunicación o por el comportamiento de otros inversores. Por eso, es fundamental establecer unos objetivos claros, ya sea ahorrar para la jubilación, comprar una vivienda, financiar nuestros estudios o contar con un capital para emergencias. De esta forma, podremos diseñar una estrategia adecuada, asignar mejor los recursos y mantener el rumbo incluso en momentos de alta volatilidad o crisis económica.
2. Falta de diversificación
Concentrar nuestros ahorros en un único producto o sector es uno de los errores más clásicos y peligrosos. La diversificación no garantiza los beneficios, pero sí reduce el riesgo, protege nuestra cartera frente a caídas inesperadas y nos ofrece cierta tranquilidad en tiempos de incertidumbre.
Diversificar es repartir nuestro dinero entre diferentes bonos y acciones, pero también distribuirlo entre diferentes sectores económicos (tecnología, salud, energía, consumo, etc.) y en distintas geografías (mercados locales e internacionales). De esta forma, si un sector o región se ve afectado, otros pueden ayudarnos a compensar las pérdidas.
3. Comprar caro y vender barato
Lógicamente, lo ideal es comprar barato y vender caro. Sin embargo, la psicología humana puede jugar en nuestra contra. Cuando los valores están inflados porque “todo el mundo gana”, podemos sentirnos tentados de comprar. Y, por el contrario, el miedo puede hacer que vendamos cuando los precios caen.
Un comportamiento conocido como ciclo emocional del inversor que hace que muchas personas pierdan dinero en mercados que, a largo plazo, tienden a crecer. La clave está en mantener la disciplina y recordar que las caídas son parte natural del mercado.
4. Operar demasiado
La paciencia también es una virtud fundamental a la hora de invertir. Revisar constantemente nuestra cartera y cambiar de estrategia sin contar con una hoja de ruta no solo puede generar mucha ansiedad, sino que, además, incrementa las comisiones y nos expone a riesgos innecesarios.
Además, hay que tener en cuenta que más actividad no siempre significa más beneficios. Diversos estudios muestran que los operadores más activos obtienen rendimientos un 6,5% inferiores al promedio del mercado anual. Y es que los costes de transacción, sumados a las malas decisiones fruto de la prisa, pueden terminar erosionando la rentabilidad.
5. Pagar demasiado en comisiones
Incluso las pequeñas comisiones pueden convertirse en un enemigo silencioso de la rentabilidad a largo plazo. Un fondo con una comisión de gestión del 2% puede parecer razonable, pero a lo largo de 20 o 30 años, puede representar miles de euros menos en nuestro patrimonio final.
Por eso, antes de invertir, es fundamental analizar todos los costes que conlleva: costes de gestión, custodia, compraventa, honorarios de gestores y también impuestos. Solo así podremos determinar si el producto realmente aporta valor frente a alternativas más económicas, como los fondos indexados o los ETFs.
6. No revisar las inversiones regularmente
El mercado va cambiando, las empresas evolucionan y nuestras metas personales también. En este sentido, otro de los errores de inversión más habituales es no revisar nuestras inversiones periódicamente. Lo ideal es hacerlo de forma trimestral o al menos anual.
De esta forma, podemos detectar desequilibrios en la cartera, como una excesiva concentración en un sector que ha crecido demasiado o un bajo peso en activos defensivos que podrían protegernos en épocas de crisis. Pero además, puede ayudarnos a reequilibrar y a continuar alineados con los objetivos establecidos. De lo contrario, podemos llegar a perder muchas oportunidades o, peor aún, a sufrir riesgos innecesarios.
7. No conocer el rendimiento real de nuestras inversiones
Sorprendentemente, muchos inversores no saben realmente cómo están funcionando sus inversiones. Mirar únicamente el rendimiento de una acción concreta es un error. Lo correcto es valorar el rendimiento global de la cartera, teniendo en cuenta las comisiones, los impuestos y la inflación.
Gracias a este análisis, podemos tener una visión clara del progreso hacia nuestros objetivos y corregir los posibles errores a tiempo. Si no lo hacemos, podemos creer que estamos ganando, cuando en realidad apenas estamos cubriendo los costes o incluso perdiendo poder adquisitivo.
8. Trabajar con el gestor equivocado
Un buen gestor de inversiones debe comprender nuestra filosofía de inversión, respetar nuestro perfil de riesgo y acompañarnos en el cumplimiento de nuestras metas. Elegir mal no solo puede costarnos mucho dinero, sino que, además, puede desviarnos de nuestro plan, generar estrés y hacernos perder oportunidades.
9. Tomar decisiones en base a emociones
El miedo, la codicia, la euforia o la ansiedad son emociones inevitables en todo proceso de inversión. Sin embargo, dejarnos llevar por ellas puede salirnos muy caro. Un inversor disciplinado sabe que las emociones no pueden guiar nuestras decisiones. Contar con un plan bien estructurado, objetivos claros y el apoyo de un asesor de confianza nos ayudará a mantenernos firmes durante las crisis.
Por ejemplo, durante la pandemia de 2020, muchos inversores vendieron en pánico en el mes de marzo, justo antes de que los mercados iniciaran una recuperación histórica.
10. Buscar únicamente rendimiento
Los activos con altos rendimientos pasados suelen resultar muy atractivas para los inversores. Sin embargo, mayor rentabilidad también significa mayor riesgo. Invertir guiados únicamente por cifras llamativas puede llevarnos a perder gran parte del capital.
Lo importante es valorar muy bien el binomio rentabilidad-riesgo y asegurarnos de que se ajusta a nuestros objetivos y a nuestra tolerancia al riesgo. Los rendimientos históricos no garantizan resultados futuros y centrarse solo en el beneficio puede provocar grandes frustraciones.
¿Qué tener en cuenta antes de invertir?
La inversión requiere preparación, estrategia y disciplina. Tener en cuenta sus fundamentos te ayudará a minimizar errores, aumentar tus posibilidades de éxito y, sobre todo, a mantener la tranquilidad en momentos de incertidumbre.
1. Educación financiera básica
El primer requisito para invertir es contar con unos conocimientos mínimos de finanzas. Comprender conceptos como acciones, bonos, fondos indexados, ETFs, diversificación, rendimiento, liquidez e inflación es fundamental para tomar mejores decisiones. Sin esta base, corremos el riesgo de invertir en productos que no entendemos y cometer muchas equivocaciones.
La buena noticia es que, actualmente, existen numerosos libros de referencia como “El Inversor Inteligente” de Benjamin Graham o “Padre Rico, Padre Pobre” de Robert Kiyosaki, que ofrecen unos principios claros y aplicables para cualquier nivel. Pero también hay cursos gratuitos, podcasts y blogs especializados que ayudan a adquirir una buena base.
2. Definir objetivos y horizonte temporal
Invertir sin rumbo es como navegar sin brújula. Por eso, debemos establecer metas específicas: ahorrar para la jubilación, financiar los estudios de nuestros hijos, comprar una vivienda o simplemente construir un fondo de emergencia.
Además, debemos definir en qué plazo queremos cumplir esos objetivos, ya que no es lo mismo invertir con un plazo de 30 años que con uno de 2. Por ejemplo, si nuestra meta es comprar un coche en dos años, lo recomendable será invertir nuestro capital en instrumentos de bajo riesgo y alta liquidez. En cambio, si pensamos en la jubilación a 30 años vista, podemos asumir una mayor volatilidad con productos de renta variable que, históricamente, han ofrecido mayor rentabilidad a largo plazo.
3. Evaluar tolerancia al riesgo
Cada persona tiene una relación distinta con el riesgo. Algunos inversores se sienten cómodos ante las fluctuaciones de valor, mientras que otros sufren con cualquier caída del mercado. Reflexionar sobre el riesgo que somos capaces de asumir nos protege de decisiones impulsivas y frustraciones innecesarias.
Hoy en día, existen herramientas de perfil de inversor y cuestionarios online que pueden ser muy útiles para identificar nuestro nivel de tolerancia al riesgo, lo que resulta fundamental para construir una cartera alineada con nuestro perfil y nuestras necesidades reales.
4. Diversificación y distribución de activos
El viejo consejo de “no poner todos los huevos en la misma cesta” también puede aplicarse al mundo de las inversiones. Concentrar todos tus ahorros en un único activo, empresa o sector puede aumentar los riesgos de forma innecesaria. Lo ideal es distribuir nuestro dinero entre diferentes tipos de productos (acciones, bonos, bienes raíces, fondos mutuos o incluso inversiones alternativas) y en distintas regiones
Es cierto que la diversificación no elimina los riesgos, pero sí los reduce considerablemente, equilibrando las posibles pérdidas en unos activos con las ganancias de otros.
5. Investigación y análisis
Realizar una inversión sin un análisis previo es como apostar a ciegas. Antes de tomar decisiones debemos valorar los estados financieros, el modelo de negocio, la competencia y las perspectivas de crecimiento de la empresa o activo en el que queremos invertir.
Para ello, podemos aplicad dos metodologías distintas:
- Análisis fundamental, que estudia la salud financiera de la empresa, su rentabilidad y sus ventajas competitivas.
- Análisis técnico, que se enfoca en el comportamiento de los precios y los volúmenes de negociación para identificar tendencias y puntos de entrada o salida.
6. Costos, comisiones e implicaciones fiscales
Los gastos de compra, venta, administración o custodia pueden reducir drásticamente los beneficios a largo plazo. Pero además, debemos tener en cuenta la fiscalidad. Una rentabilidad aparentemente atractiva puede quedar en prácticamente nada una vez descontados los gastos e impuestos. Eso sí, no olvides que los impuestos sobre dividendos, las plusvalías y las retenciones pueden variar según el país y el tipo de inversión.
7. Planificación y disciplina
Ninguna inversión sería sostenible sin un plan claro y una buena disciplina para cumplirlo. Ese plan debe incluir objetivos, plazos, nivel de riesgo y criterios de selección de productos. Pero lo más importante es mantener la calma cuando los mercados se vuelven volátiles. De esta forma, evitaremos vender en pánico o caer en modas pasajeras.
Conviértete en un inversor experto gracias a Mintos
En Mintos, te ofrecemos la oportunidad de invertir y hacer crecer tu dinero de forma diversificada. Podrás acceder a una gran cantidad de préstamos europeos y obtener beneficios muy interesantes en forma de intereses. Y lo mejor de todo es que solamente necesitas 50 euros para empezar.